Hace unos días fui a caminar por Guayabos, uno de los barrios históricos y emblemáticos del distrito de Curridabat centro, aunque esté algo alejado. Visité algunas amistades y familias que hace mucho tiempo no veía. Con las precauciones y distanciamiento que corresponde, por supuesto. La familia de don Juan José Acuña y doña Bernardita Aguilar Sandoval, es una de esas de pioneras de Guayabos.

Me cuenta don Juan que en un principio eran solo unas diez familias las que conformaban el barrio y que con mucho esfuerzo y trabajo pudieron construir la iglesia en los años 60, símbolo de comunidad.

Como ya se imaginarán, el templo se levantó con la ayuda de carretas y bueyes que jalaban arena y piedra extraídos del río Tiribí en Tirrases. El lote fue donado por Peregrina Madrigal por intermedio del cura Jorge Fuentes Martínez. Don Juan, laboró por muchos años como mayordomo de esta iglesia, junto con doña Rafaela Porras, sacristana también por muchos años. Doña Rafaela es la madre de Carlos Artavia Porras, quien desde muy niño soñaba con cantar y tocar el órgano en esa iglesia que lo vio crecer. Recuerdo que José Calvo, Manuel Sánchez, Mario Araya y este servidor amenizábamos las misas y fuimos impulso para que este joven lograra en poco tiempo cumplir su sueño.

 Su pasión fue tal que se convirtió en el maestro de capilla de esta filial religiosa hasta el año 86, cuando decide lanzarse a la música popular creando el grupo PENTAGRAMA. Un gran esfuerzo que aún hoy es una realidad, amenizando, a estas alturas, miles de actividades sociales.

De las familias pioneras también puedo recordar a los Martínez Zúñiga, los Umaña Fernández, Sandoval Castro y Sánchez Berrocal, entre otras, que fueron parte de la creación de este pueblo que creció entre cafetales, y por supuesto, árboles de guayabo.

 Hoy el paisaje es muy distinto. Carros, desarrollo comercial, a veces solo una zona de paso en la que ya nadie se detiene. Por dicha, algunos árboles de guayabo fueron resembrados en algunas aceras del barrio. Caminando por Guayabos, un día de estos, me “robé” una guayaba de unos de esos árboles y pude saborear todos esos recuerdos.

Este texto se publicó en la edición 182 del periódico impreso El Monitor y es parte de la columna Curridabat, arte y color. Publicada por don Mario Monge Berrocal (jmberrocal52@hotmail.com)

Nota del Editor.

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