La  Casa Salas fue una de las casas más hermosas que engalanaba nuestro pueblo curridabatense mientras estuvo en pie. Varias generaciones la soñamos siempre con la esperanza de mantenerla como patrimonio arquitectónico, donde se pudiera utilizar para un teatro, salas de exposiciones de arte, espacio para la cultura.

Desafortunadamente, se fue deteriorando en el abandono y hoy con tristeza solo quedan rastros de lo que fue esa obra maestra. Quiero transcribir parte del trabajo de investigación que hizo mi cuñado, el arquitecto José A. Mora Sánchez:

“En esta investigación intentaré integrar no solo el estilo arquitectónico, sus datos históricos, sino ese patrimonio intangible que lleva implícito cada obra, cada edificio, cada lugar, que nos llegan a identificar.

(…), el patrimonio arquitectónico es como esa piel que va cubriendo nuestro territorio, y le va dando un carácter, pero nos estamos acostumbrando tanto a esta arquitectura que nos rodea, que estamos dejando de percibirla, de sentirla e inconscientemente dejamos de darle valor, curiosamente cuando una obra, o lugar, ha sido demolida, la añoramos y hacemos remembranza de lo que fue y desearíamos que no hubiera sucedido.

Esto es parte de lo que a continuación voy compartirles con el estudio de esta edificación en el cantón de Curridabat.

La edificación, se encuentra ubicada en el cantón de Curridabat, situada al frente de la agencia del Banco Nacional de Costa Rica, o, de la Municipalidad de Curridabat, 200 mtrs al Este.

(…) cuenta con todos los atributos para ser designada Patrimonio arquitectónico. (…) la conocí como LA CASA DE LOS SALAS; contaba con una belleza arquitectónica que la hacía sobre salir de las demás edificaciones del cantón.

Propia de una época de principios de siglo. Recuerdo pasar por el frente de esta casa y mi mente creativa dispuesta a formular fantasías, inmediatamente volaba, inventando una y mil historias, la curiosidad me hacia soñar, preguntándome, cómo sería esta majestuosa vivienda?.

Los corredores de mosaico que recorrían la casa eran adornados con elementos muy particulares: un pilón, una concha de tortuga de por lo menos un metro de largo, además en este corredor había la punta de pez sierra que me llamaba la atención y me imaginaba el monstruo marino que sería; en sus jardines una carreta, elementos que contrastaban con la belleza de la obra. Me llamaba la atención ver un pequeño monitor, que sobresalía del techo, con vidrios a su alrededor, el cual imaginaba que era un cuarto secreto.

(…) logré después de 38 años conversar con uno de los antiguos dueños de la casa, don Edwin Salas. Me contó que su familia procedía de Sabana Larga de Atenas, se trasladaron a vivir a San José en 1955; su tío Marcial Salas y su padre Víctor Salas compraron esta propiedad al señor Javier Castro, pero este a su vez, se la había comprado al propietario original de apellido Abarca, quien la construyó.

Cuenta don Edwin que data de principios de siglo XX, fue construida por un Ing. Francés, (No se obtuvo el nombre el profesional) además guarda cierta relación con la época para cuando se construyó el Edificio Metálico. Cuando los Salas la adquieren ya ha sufrido una modificación, debido a que originalmente su función era de hotel para las familias adineradas de la época; contaba con 14 habitaciones (…) un hall el cual era iluminado por un monitor que sobresalía en el techo hoy lo miramos con vidrios traslucidos, pero originalmente eran de colores biselados, de tal manera que al reflejar la luz dejaba penetrar su destellos de colores desplegando una serie de tonalidades hacia el espacio interno (…) tanto al frente como el lateral izquierdo esta forrada por una lámina de metal muy similar a la construcción del Edificio Metálico, dentro del folclor y leyendas del pueblo de Curridabat, se comentaba que la casa fue construida con los sobrantes del Edificio Metálico, pero esto no deja der ser tan solo una leyenda.

Toda la estructura es de pochote sus pisos, son en tablones de 6×3 pulgadas, paredes de doble forro en tablilla de cedro y cielos también en tablilla de madera en cedro, solo la cocina era una lámina de metal de 6mm de espesor; contaba con errajes de la época, con sus puertas principales de doble hoja y linternillas encima de ellas.

Está sustentada sobre 8 columnas, sobre las cuales descansan los cadenillos, o durmientes del piso, su altura de piso a cielo alcanza los 4 m. En la segunda planta los dormitorios daban a un pasillo perimetral, bordeado con un barandal en cedro, el espacio abierto dejaba ver a los que estaban en el hall, la luz que entraba por la linternilla del techo, también servía para iluminar el segundo nivel.

(…) No hay duda que la falta de interés y conciencia por la conservación de nuestro patrimonio, ha conducido a pérdidas irreparables, llevándonos no solo a la perdida de edificios emblemáticos de nuestras ciudades y pueblos, sino incluso de las mismas fuentes documentales que los crearon, como diseño, planos, maquetas, placas, fotografías, todo este sacrificio en pos del desarrollo de las ciudades.

Hoy miro con tristeza su deterioro presente en estas fotografías, que muestran tan solo una mínima parte de la destrucción, porque dentro del inmueble su afectación ya es incalculable, dando cabida a la construcción de un entrepiso, eliminando la luz que penetraba por el monitor, dejando en oscuridad el primer nivel, paredes demolidas, escaleras de cedro demolidas, pintura mal empleada; este recinto ha pasado de ser una casa de habitación, para convertirse en un kínder – luego escuela y luego un bar que ya no existe, deteriorando cada vez más la obra arquitectónica. No hay duda que muchos de los patrimonios, bellos símbolos que nuestras generaciones pasadas nos han heredado, hoy no hemos podido rescatarlas.

(…)  podría vaticinar que esta es una obra más destinada a la demolición y con esta destrucción se van todo los recuerdos, vivencias, raíces mutiladas que hacen olvidar nuestro patrimonio tangible e intangible y peor aun, nuestra identidad cultural, que paso a paso a paso, está siendo borrada.

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