Hablar de Curridabat es invocar recuerdos que huelen a café chorreado y saben a pancito casero de la pulpería. Es un cantón que ha sabido envejecer como un buen guaro de contrabando: con dignidad, pero con sus mañas. Aquellos que crecimos viendo cómo los potreros se convertían en condominios y los cafetales en supermercados, sabemos que Curridabat es más que un punto en el mapa; es un sentimiento, una crónica de transformaciones.

Cuando todo era más lento (y los huecos más pequeños)

Hubo un tiempo en que Curridabat era una mezcla de pueblo grande y ciudad chiquita. No importaba si ibas en bus o en bicicleta, siempre te topabas con algún vecino que conocía a tu abuela y te daba un par de recomendaciones sobre la vida (aunque no las pidieras). Hoy, los semáforos y presas han convertido a los peatones en atletas extremos, pero la esencia sigue viva.

El Rito de Pasaje: Sobreviviendo al Cruce de la Galera

Si has manejado por Curridabat, sabés que superar el cruce de La Galera es un triunfo digno de medalla. No importa la hora, el día ni la fase lunar, ese nudo vial es la versión moderna del laberinto del Minotauro. Y si pasaste por ahí para cruzar hacia el viejo salón de baile, puedes considerar que estuviste en la prehistoria del tránsito.

El Misterio del Barrio

Cualquier curridabatense de cepa sabe que nuestro pueblo es un territorio legendario. Recordás al Curri de antes y te sientes en otra dimensión: calles angostas, casas con historia y perros que te miran como si supieran secretos de la comunidad. Es un barrio con identidad propia, donde las aceras son opcionales y los vecinos llevan generaciones llamándose “compas”.

Curridabat: Tierra de Emprendedores y Sopas Caseras

Desde los vendedores de empanadas hasta los emprendedores que convierten garajes en restaurantes gourmet, Curridabat siempre ha sido un semillero de ideas. Aún se pueden encontrar las famosas sodas de barrio donde te sirven un “casado” con más historia que los libros de texto y donde el “fresco natural” es más denso que la niebla de los 70´s.

El futuro, entre el progreso y la tradición

Hoy, entre torres de apartamentos y ciclovías que nadie usa, Curridabat sigue siendo un punto de encuentro entre el ayer y el mañana. El que lo vive y lo siente, sabe que aquí no solo se construyen edificios, sino memorias. Y aunque el cafetal se cambie por una ferretería o una nueva tienda de tecnología, siempre habrá un rinconcito donde alguien te ofrezca un cafecito con el cariño de antes.

Curridabat es eso: una historia en constante evolución, con mucho humor, un poquito de caos y un montón de nostalgia bien servida.

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