El 13 de junio es un día festivo en Curridabat. A las 12 mediodía, las atronadoras bombetas anuncia a los pobladores que es el día del santo patrón: San Antonio de Padua.

Esos bombazos al aire anuncian que hay turno con sus comidas tradicionales; hay diversión con los carruseles; hay chinamos para comprar uno que otro tiliche y se puede probar suerte con las rifas y el bingo.

Los payasos alistan sus chilillos para corretear a la güilada. El diablo, la giganta, el policía y la calavera se adueñan de las calles. Y los chiquillos… ¡a correr se ha dicho!

Una cimarrona alegra el ambiente con sus fanfarrias. Y un cachiflín marca por dónde va la “procesión” de los mantudos. Entretanto, la rueda de Chicago, los caballitos y las lanchitas dan vueltas en sus ejes metálicos, alegrando los corazones infantiles.

En un galerón de casi 70 metros de longitud se ubican: la cantina, el comedor y los juegos al azar.

Es una construcción con caña india, láminas de zinc y hojas de plátano que despiden un olor que todavía se puede recordar.

Hay juegos para ganar premios o dinero. La bruja, el monito y la pirinola no pueden faltar. Los vecinos de los distritos colocan mesas con botellas de rompope y vino para el juego con las argollas. En otro rincón se juega con el tiro al blanco.

Familias enteras pasan al comedor para deleitarse con comidas ya tradicionales: tamales de cerdo, sopa de mondongo, pozol, mazamorra, picadillos de chayote, papa y arracache; gallos de huevo duro; crujientes prestiños; frescos naturales y chicha.

En los salones Valencia y El Danubio las orquestas invitadas se lucen con sus bailes. Los jóvenes aprovechan para ennoviarse y los mayores suspiran por tiempos pasados.

Como parte del folclor se produce uno que otro pleito que luego se olvida.

En un rincón preferencial se ubica la marimba que alegra con su canto de madera. Hay quienes se rajan con unas pícaras bombas o retahílas.

 En otro lugar preferencial, la filarmonía municipal luce su repertorio cargado con pasodobles, boleros y tangos.

En la plaza los equipos de futbol miden durante 90 minutos cuál es el mejor para llevarse un trofeo o una bola.

Un grupo de guapas y simpáticas jovencitas se convierten en “policías” y conducen a los varones a una improvisada cárcel. Para salir de ella se deberá pagar una “multa” de dinero que engrosará la contabilidad del turno.

No pueden faltar las carreras de cintas a caballo, el tope, alcanzar el cucurucho del palo ensebado y agenciárselas en grupo para atrapar el cerdo ensebado.

Los vecinos se reparten la dinámica: unos trabajan duro mientras otros se divierten.

Las campanas del templo suenan alegremente su canto e invitan a la misa o a la Novena en honor a San Antonio, santo patrono y protector de Curridabat.

Al final de todo, habrá dinero para financiar obras parroquiales y comunales. Familias pobres y ricas; niños, jóvenes y adultos tuvieron la oportunidad de disfrutar de una fiesta con sabor a pueblo.

En la medianoche del último día de fiesta, unas atronadoras bombetas anuncian que se terminó el jolgorio y que nos veremos, Dios mediante – y con la ayuda de Toñito- en las fiestas del siguiente año.

Por Carlos Andrés Madrigal

Periodista Digital en La Nación, colaborador en el Monitor de Curridabat desde 2016. Publicaciones en medios como Semanario Universidad, Repretel, Central de Radios, The Tico Times y más. Licenciado en Periodismo con énfasis social. Siga mis trabajos en carlosandresmadrigal.wordpress.com

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