Este martes y miércoles 8 y 9 de octubre en la biblioteca municipal de Curridabat se estará impartiendo un taller teórico práctica sobre manejo psico-emocional que busca mejorar la vida cotidiana de las personas participantes.

El taller se realizará de 4:30 a 6:30 pm y es gratuito y abierto al público en general. A los participantes se les pide traer ropa cómoda para la realización de diversos ejercicios.

Entre la temática a abordar están los beneficios de la respiración, relajación, de la adecuada salud psicológica, la armonización integral, entre otros.

Este taller es ofrecido por el instructor Ander Naldaiz, del Centro de Curridabat SEGAP (Sociedad de estudios de antropología psicoanalítica)

 

A continuación un texto de motivación que remitió a este medio el equipo organizador del taller:

Bases para un equilibro psico-emocional en la vida diaria.
“El Camino del Despertar”

Estaremos impartiendo los días 8 y 9 de octubre en la biblioteca municipal de Curridabat, unas enseñanzas esenciales respecto a elementos cotidianos, que sin embargo nos pasan muy desapercibidos en el diario vivir como son la respiración, la relajación, la mente, las emociones, etc. Que tienen una gran trascendencia en nuestra forma de vida y en la manera que vivimos nuestra vida, es decir en la calidad de nuestra vida física, energética, emocional y por supuesto espiritual.

Nos hemos adentrado en un tema que resulta realmente apasionante, relacionado con nuestra manera de vivir, con la manera en la que nos relacionamos con los demás, en la manera que nos relacionamos con el medio en el que vivimos y lo más importante y trascendente al mismo tiempo, la manera en que nos relacionamos con nosotros mismos.
Se hace esencial, desarrollar quizás algo que nunca nos enseñaron, que es aprender a vivir, nos han enseñado a hablar, a caminar, a estudiar, nos han enseñado muchas cosas, pero a veces lo más esencial nunca nos lo enseñaron, aprender a vivir, a vivir en armonía con nuestros semejantes, con la familia, con el medio y también a vivir con nosotros mismos, una relación que a veces no es la más adecuada para mantener un buen equilibrio psico-emocional.

Quizás alguno de ustedes pueda pensar, que aquí les vamos a dar la varita mágica para alzarse victoriosos ante todos los retos que se hayan planteado, o que quizás con un fórmula mágica, van a poder satisfacer todos los deseos por más inalcanzables que estos sean o quien sabe cuántas más cosas.

Pues lamentamos defraudarles, hay situaciones en la vida que pueden ser evitables y otras que no lo van a ser, esto lo vamos dirimiendo en el ejercicio de practicar el acto de vivir y nos encontraremos con situaciones que pueden ser evitables, aquí podemos aportar mucho, porque gran cantidad de situaciones que nos generan grandes sufrimientos pueden ser evitados, no necesariamente tenemos que sufrirlas, a menudo por precipitación, por inseguridad, por ser dependientes psicológicamente y por otros factores que hemos planteando a lo largo de estos dos días de actividad.

Por eso tenemos que aprender a tomar las riendas de nuestras vidas y no permitir que las cosas nos sucedan de forma mecánica. Para todo esto será necesario buscar ese equilibrio, basado en la respiración, en la relajación, en el conocimiento de la mente, de las emociones y de todas las energías que confluyen en nuestros cuerpos físicos.

Otras circunstancias serán inevitables, como son la enfermedad, el dolor, la muerte y otras muchas circunstancias que se presentarán como capítulos de nuestra particular experiencia en la vida y no podremos cambiarlos, no, eso no, pero si hay algo que podemos hacer, y es quizás lo único que podemos hacer que es modificar nuestro comportamiento y nuestra respuesta ante las situaciones inevitables, es decir, la manera en que vamos a responder a las diferentes circunstancias de la vida.

Este cambio puede parecer no ser muy importante, pero va a ser fundamental, en no generarnos más problemas, más errores, más sufrimientos a consecuencia de una respuesta inadecuada ante las situaciones que van a ser inevitables. No podemos hacer nada ante el paso del tiempo, esto es inexorable, esa batalla está perdida, eso sí, podemos hacer que ese tiempo sea más extenso y de mejor calidad. Pero para qué vivir preocupados por el paso del tiempo, es mucho más inteligente, aprender a vivir intensamente ese tiempo, que estar pensando y sufriendo porque este se va acabando.

Por eso lo hemos llamado el Camino del despertar, es como estar viviendo un sueño y este sueño, nos lleva por los carriles de la existencia como si fuéramos un tren cualquiera que encajado en unos railes, no tiene opciones para tomar una ruta distinta, sino como que todo estuviera ya prefijado de antemano. Esto lo va a ilustrar de una forma extraordinaria el siguiente relato de Platón.

La caverna de Platón… Comienza el mito de la caverna:
—“Después de eso —proseguí— compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.
—Me lo imagino.
—Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.
—Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.
—Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?
—Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.
—¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?
—Indudablemente.
—Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven?
—Necesariamente.
—Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos?
—¡Por Zeus que sí!
—¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?
—Es de toda necesidad.
—Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si, naturalmente, les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz y, al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había vistos antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que ha visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se les mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?
—Mucho más verdaderas.
Necesidad de acostumbrarse a la luz.
—Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podría percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran?
—Así es.
—Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos?
—Por cierto, al menos inmediatamente.
—Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.
—Sin duda.
—Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo cómo es en sí y por sí, en su propio ámbito.
—Necesariamente.
—Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.
—Es evidente, que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.
—Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?
—Por cierto.
—Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y que envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y “preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre” o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida?
—Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.
—Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?
—Sin duda.
—Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?
—Seguramente.
Explicación del mito de la caverna
—Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.
—Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.
—Mira también si lo compartes en esto: no hay que asombrarse de que quienes han llegado allí no estén dispuestos a ocuparse de los asuntos humanos, sino que sus almas aspiran a pasar el tiempo arriba; lo cual es natural, si la alegoría descrita es correcta también en esto.
—Muy natural.
—Tampoco sería extraño que alguien que, de contemplar las cosas divinas, pasara a las humanas se comportase desmañadamente y quedara en ridículo por ver de modo confuso y, no acostumbrado aún en forma suficiente a las tinieblas circundantes, se viera forzado, en los tribunales o en cualquier otra parte, a disputar sobre sombras de justicia o sobre las figurillas de las cuales hay sombras y a reñir sobre esto del modo en que esto es discutido por quienes jamás han visto la Justicia en sí.
—De ninguna manera será extraño.
—Pero si alguien tiene sentido común, recuerda que los ojos pueden ver confusamente por dos tipos de perturbaciones: uno al trasladarse de la luz a las tinieblas, y otro de las tinieblas a la luz; y al considerar que esto es lo que le sucede al alma, en lugar de reírse irracionalmente cuando la ve perturbada e incapacitada de mirar algo, habrá de examinar cuál de los dos casos es: si es que al salir de una vida luminosa ve confusamente por falta de hábito, o si, viniendo de una mayor ignorancia hacia lo más luminoso, es obnubilada por el resplandor. Así, en un caso se felicitará de lo que le sucede y de la vida a que accede; mientras en el otro se apiadará, y, si se quiere reír de ella, su risa será menos absurda que si se descarga sobre el alma que desciende desde la luz.
—Lo que dices es razonable.

Para más información
Centro de Curridabat SEGAP (Sociedad de estudios de antropología psicoanalítica)
Teléfono 22712429 – 88440054-70153696
Ander Naldaiz Instructor de Estudio
Andrea Cariaga Organizadora de la Actividad

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